20/3/11

Las hijas del exilio



Por Gustavo Castellano

Estoy parado en una punta rocosa de la playa del Cerro, en el oeste montevideano. Es invierno, el viento sopla y las olas rompen contra las peñas. El agua es la misma. Las piedras son las mismas. Las mismas que vieron pasar al viejo Vapor de la Carrera llevando a mis compatriotas rumbo al exilio. Otros pasaban por el aire, este mismo aire que hace flotar mi bufanda gastada.


En los años setenta y aún a principios de los ochenta, miles de uruguayos debieron abandonar su país para preservar sus vidas y sus libertades. En el período que va de 1971 a 1973, un importante número de militantes –la mayoría de ellos vinculados a las organizaciones de acción directa- hicieron uso de la opción constitucional de abandonar el territorio uruguayo. Muchos partieron hacia Chile que inauguraba la breve primavera de la Unión Popular, primera experiencia socialista latinoamericana por la vía electoral.
Al finalizar junio de 1973 -ya disuelto el Parlamento por Bordaberry y sus cómplices civiles y militares- la emigración se vuelve masiva y ahora, a la disparada. Chile seguía siendo un destino posible, pero el gobierno de Allende empezaba a trastabillar ante la incontenible avanzada militar.
Ese mismo año, durante el fugaz gobierno de Cámpora, Buenos Aires recibirá una inmensa flota de uruguayos perseguidos, expulsados o huidos de su patria.
En 1974 comienza a actuar en la Argentina la mano asesina de la Triple AAA y dos años más tarde, el Golpe de Estado de Videla traerá una tempestad de muerte, tortura y desapariciones forzadas. Es así que el mundo entero se volverá destino para los miles de refugiados que tratan de escapar de las garras del Cóndor.
Algunos de estos compatriotas se iban con sus hijos pequeños –ellos mismos eran poco más que unos niños-, otros los tuvieron en el exilio. Experiencia intransferible la de estos uruguayos trasmutados en plantas monstruosas, con sus raíces a miles de quilómetros del sitio donde vivieron y tuvieron o criaron a sus hijos.
Experiencia intransferible también la de estos niños y niñas, hoy mujeres y hombres que intentan volver a tejer una tela agujereada. La tela ¿es la misma?, ¿la generación siguiente teje en la misma tela que tejieron sus padres?, ¿queda acaso algo de lo dicho, lo amado, lo repudiado?, ¿o es que la historia empieza de vuelta?
El agua, las rocas y el viento no me responden, sólo están allí, como si fueran los mismos.
Es hora de callar para que hablen los hijos.

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